Cada mes de febrero sucede un milagro en el valle de la Murta de Alzira (Valencia), uno que nada tiene que ver con vírgenes ni santos: cientos de sapos acuden al unísono a las tres balsas que rodean el Monasterio de la Murta para formar parejas y desovar.

Durante esos días serán atropellados, pisoteados, «limpiados» de los canales como si se tratasen de hojas sucias o basura y matados a legonazos por gente que todavía cree que «si te escupen a los ojos te quedas ciego» (falso, además son beneficiosos para la agricultura ya que se alimentan de artrópodos, babosas, caracoles, etc.)

Los supervivientes que logren llegar a las balsas, acoplarse y depositar huevos fecundos en sus aguas habrán conseguido su misión, o lo habrían hecho de no ser porque muy pocos de esos huevos llegarán a eclosionar: la mayoría serán devorados por las carpas japonesas, esas que no deberían estar ahí, que se sueltan de forma ilegal porque queda bonito y después suponen un grave desequilibrio en los ecosistemas eliminando especies autóctonas que además nos ayudan a controlar plagas, sí, esos peces naranjas no naturales que alguien decidió «liberar» en la naturaleza porque no fue lo bastante responsable como para mantenerlos en su casa hasta su muerte, como se debe hacer con las mascotas. (En el  2015, dos de las balsas fueron vaciadas por el ayuntamiento para eliminar los peces invasores y favorecer la reproducción de los anfibios, pero a día de hoy vuelven a verse pequeñas carpas rojas, lo que implica que el proceso debe repetirse hasta que desaparezcan del todo. Por desgracia el estanque de la «Casa Vella» no ha sido intervenido nunca y continúa repleto de carpas, algunas de ellas enormes.). Los pocos renacuajos que lleguen a completar la metamorfosis lo harán en forma de sapitos de pocos milímetros (último vídeo), indefensos, y deberán valerse por sí mismos en nuestros áridos montes xerófitos. Como es lógico la gran mayoría morirán o servirán de alimento a otros depredadores, es por eso precisamente que los sapos comunes ponen miles y miles de huevos, es una adaptación que aumenta las probabilidades de que sobrevivan los suficientes como para perpetuar la especie, pero ni ellos ni la evolución esperaban que la mayoría de esos huevos fueran a servir de alimento para voraces especies decorativas seleccionadas en acuarios durante generaciones en base a características estéticas. (por favor NUNCA SOLTÉIS MASCOTAS EN UN MEDIO NATURAL.)

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Sapo común (Bufo spinosus, antes Bufo bufo)

Estas balsas situadas en el hermoso parque natural de la Murta y la Casella deberían ser un santuario, un lugar protegido donde se le diera máxima prioridad a la reproducción de anfibios y otros animales que dependen de ellas, como los odonatos (libélulas y caballitos del diablo) o algunos coleópteros acuáticos, más aún a día de hoy donde la mayoría de campos tienden a abandonar las balsas y el tradicional riego por inundación para pasarse al «goteo» (aunque en general es un gran método para ahorrar agua, hay lugares concretos donde el impacto ecológico de su implantación supera al beneficio obtenido por ese ahorro). Si a esto le sumamos las cantidades absurdas de pesticidas químicos que se emplean en nuestros campos queda claro por qué cada vez cuesta más escuchar el canto de los anfibios por las noches. Los lugares naturales y públicos como El Monestir de la Murta, la Font del Garrofer o la Font del plat del Barber, etc… representan los últimos puntos de agua de la zona que tienen los anfibios para sobrevivir, no únicamente el sapo común, también el sapo partero, sapillo moteado, sapo corredor, o la rana común (antaño también gallipatos y tritones, magníficos devoradores de larvas de mosquito, ahora nos vendrían muy bien ¿verdad?).El caso de las balsas y fuentes de La Murta y La Casella es un ejemplo del que hablamos por proximidad, pero podríamos mencionar muchos más, como La Font de la Parra en Carcaixent o la Font del Clot en Tavernes, donde el valor ecológico del entorno es igualmente valioso y digno de ser protegido. Por desgracia estos problemas, como la suelta de peces de acuario, son comunes en muchos lugares de la península, donde suelen pasar inadvertidos a pesar de las graves consecuencias medioambientales.

Los principales impactos que suelen sufrir nuestros anfibios son:

  •  Pérdida de balsas agrícolas y otros elementos del patrimonio ligado al agua.
  • Introducción de ESPECIES INVASORAS como gambusia, galápagos de florida o carpas japonesas (peces naranjas) en masas de agua (acequias, balsas, lagos, charcas, abrevaderos…)
  • Urbanización de zonas reproductivas.
  • Atropellamientos durante la migración reproductora. (puntos negros muy concretos)
  • Canalización de barrancos y torrentes.
  • Sobreexplotación de acuíferos, desapareciendo algunos afloramientos temporales naturales de agua de origen freático.
  • Abuso de fitosanitarios. (mortalidades masivas en la Albufera a partir de los años 70)7
  • Leyendas urbanas sin justificación alguna.

¿Qué podemos hacer para corregir o compensar estos impactos?

  • Proteger nuestras balsas: aunque estén en desuso mantener siempre un nivel mínimo de agua (un par de palmos bastará) y añadir medios físicos para que los anfibios puedan entrar o salir (rampas, preferiblemente de obra, también pueden ser cúmulos de rocas o incluso tablones, que servirán además para evitar ahogamientos de mamíferos, reptiles y pájaros). Las ranas apreciarán un trozo de corteza de alcornoque flotante para acechar a sus presas y tomar el sol y si además añadimos algunas rocas al fondo o vegetación acuática los renacuajos tendrán refugio frente depredadores.
  • Extraer la fauna invasora de las masas de agua (en las puntuales, como balsas y fuentes es fácil, siempre fuera de época de reproducción o existencia de larvas de anfibios)
  • Proteger las zonas tradicionales de reproducción.
  • Señalizar los puntos negros de atropellos, como cruces de barrancos.
  • Replantar vegetación de ribera como lirios amarillos,  carrizos, espadañas…
  • Practicar/apoyar la agricultura ecológica.
  • Educación medioambiental.

Seguro que todos podemos poner en práctica al menos una de estas medidas ¡Empecemos a protegerlos!

Amplexus, el macho se agarra a la espalda de la hembra y permanece así hasta que ésta desova largos cordones gelatinosos en los que van protegidos los huevos, momento en el que el macho los fecundará con su esperma. 
Renacuajos alimentándose de detritus, en este caso de una polilla muerta.
 
Jóvenes sapos recién metamorfoseados.
 
 
 
Antonio Rubio. Lic Ciencia y tecnología medioambiental.
La granja de Bitxos.

www.lagranjadebitxos.com

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